Por Antonio y Gema.
Continuando con la práctica y actividades pendientes ( la anterior fue el barranco del Trevelez, ¡¡ impresionante!!) Esta vez le tocó a la sima del Campo. El envite por parte de Jorge era muy suculento. Nos ofrece la opción de hacer este sumidero de mala reputación, por esa beligerancia que adquiere con el mal tiempo, así como, esa fama con la que te cautiva a meterte en el por ser una de las cavidades más atrayentes para la práctica de la espeleología en la zona centro.
Así pues, nos encontramos con el grupo de pernoctantes sobre las 19:30 en la boca de la sima, y digo pernoctantes porque este grupo de seis iba a pasar la noche dentro de la cavidad. Allí estaban pertrechándose con el material necesario para la práctica de la actividad como de los enseres necesarios para pasar una inquietante noche. Como la cueva necesita poco material, encima abalorios para dormir calentitos y cenar y desayunar de forma digna. La verdad que a mi esto último no me atrajo, y sinceramente viendo cómo estos intrépidos preparaban el ajuar tan ilusionados, me convencieron todavía más de mi decisión, vivaquear en la boca.
Y así una vez terminaron de preparar sus respectivas sacas fueron entrando, caída ya la noche, uno tras otro. Las primeras fueron Marta y Montse, y digo sus nombres porque las vi antes de entrar, dado que en el momento que desaparecían por la boca lo único que se percibía eran dos inmensas sacas de material de instalar llevadas por dos piernas, y de las que doy fe que no se veía nada más. Mientras que se acentuaba la oscuridad, el resto terminaba de prepararse o incluso de empezar a hacerlo. Allá se fueron colando sucesivamente Isa, Víctor, Jorge y por último Joni (ligeritos de equipaje).
Los que quedamos arriba, Gema y el que os relata, lo único que nos quedaba era echarnos a dormir. Sin querer pensar como pudiera llegar a ser el Resort subterráneo de los que tiraban para abajo, si os puedo decir que en el que dormimos nosotros fue deluxe.
Llegadas las 06:30, la tenue claridad que ya se nos presentaba además de los nueve grados que también se hacían notar, nos indicaban que había que dejar el saco y empezar a espabilar. Desayuno rapidito y nos ponemos en marcha. Bastante más ligeros de lo que lo hicieran los que estaban abajo, a las 08:00 comenzamos a descender. Ya la boca tanto por sus dimensiones como por su belleza, que pena que la cascada estuviera seca, te hacen olvidar el madrugón y te anima a seguir bajando. Tras dejar la majestuosa sala que te saluda al comienzo de la sima, se continúa por una galería de suelo muy lavado y en ocasiones resbaladizo, lo que obliga en determinados puntos, a ayudarte de pasamanos de cuerda instalados al efecto. Llegados al final de esta galería y a mano derecha ya vemos la cuerda de bajada, que deciros Montse y Marta, así se las ponían a Felipe II. Meritisimo curre el vuestro, una instalación de diez, gracias a la cual, disfrutamos de la cueva como señoritos. Sucesión de pozos y pasamanos que nos hacían disfrutar de la bajada , así como de valorar cada vez más , las labores de quién la había instalado.
La cueva hace honor a su reputación, un descenso en el que la lucha con la cuerda es permanente de principio a fin. No hay tregua para ninguno de los aparatos que se portan en el arnés.
Cuando son las 09:30, entendemos que hemos llegado al final del descenso porque en este punto la cuerda por la que descendemos se libra de nosotros. Dos sacas que la noche anterior se llamaban Marta y Montse, mostraban, ahora vacías las denominaciones de Joni y Victor. Deambulando por la minúscula sala y a la luz de las frontales, se delatan los latentes sacos de dormir de la banda. Sin poder distinguir quién es quién, damos los buenos días y una cara se deja ver. Es Joni, que nos informa que se han acostado a las 04:00 de la mañana por lo que, las prisas por levantarse están en el bote estanco. Respetando el sueño y el descanso, que es de lo más sagrado que hay en la vida, tal cual los encontramos así los dejamos.
Tras permanecer en el edículo hasta las 10:00, comenzamos nuestro retorno.
La contienda con la cuerda se retoma pero esta vez en sentido contrario. Huelga decir, que si cuando bajábamos no envidiamos en ningún momento a los que dormían en la cavidad, menos todavía cuando subíamos ( no dejaba de recordar las sacas de instalación y a Jorge y a Joni entrando cada uno con dos sacas). La subida se realiza con la misma intensidad que la bajada, valorando la belleza de los pozos y agradeciendo cuanto más subíamos a Joni y a Victor que recogieran ellos la cuerda. Telita!!!
Y como toda en esta vida tiene fin alcanzamos de nuevo esa galería del inicio, llegando de nuevo a la sala de entrada. Joya sin ninguna duda de esta cueva y por ende del resto, como otras tantas, de las cavidades españolas. Sin exagerar ni un ápice, bien se puede decir, que cuando llegas a esta sala después de la subida, te están invitando a que disfrutes del reino de los cielos.
Un disfrute en sumo grado de cueva y más cuando te la instalan y deinstalan. Un millón de gracias a los encargados de lo uno y lo otro, y ni que decir tiene que quedamos en deuda. La siguiente nos toca a nosotros.