Secretos de Calahonda


Por Toño.

Concluía el 2019, y siendo por ello los últimos días de otro Diciembre, una sima de las distintas que hay en España, esperaba con la sempiterna tranquilidad de cualquier cavidad a sus siguientes visitantes.

Habiendo dejado el hogar de aquel reo que nos hizo cautivos de su música, seguíamos camino de Motril, y en las cercanías de tan digna localidad, el vehículo tomaba ahora la carretera GR 5209 pasando por un pequeño puerto bien surtido de curvas, y una vez que el asfalto recupera el plano horizontal, tras dejar un desvío a la izquierda con dirección a Lújar, acompañados de esos molinos que tanto menoscaban el paisaje donde se asientan, comenzamos la bajada, tomando tras una curva de herradura y a los pocos metros la primera salida que se nos insinúa a nuestra derecha.
De antipático pavimento, esta pedregosa pista nos hará estacionar el vehículo, si es turismo, a escasos metros y a nuestra izquierda. En el caso de haberse aventurado a bordo de un todo terreno, continuaremos ruta, curveando en descenso durante un Kilometro aproximadamente.

Pertrechados conforme exige la actividad, iniciamos el avance pedestre saliendo de la pista, según bajamos, por nuestra derecha. Trocharemos a través del bajo matorral hasta abocarnos a un barranco que nunca cruzaremos, estamos en el barranco de Vizcarra. Prosiguiendo nuestros pasos por el cantizal, desde arriba y por la izquierda natural del barranco, columbraremos entre las piedras que pisamos falsas entradas de cavidad que elevarán nuestra ansia por llegar a la que anhelamos. Desde aquí, manteniéndonos ojo avizor con nuestra izquierda, a escasos metros, la quimera acaece.

Una primera impresión nos hace incrédulos de contemplar, en el canchal que nos hallamos, la evidente entrada de una sima con una pintura roja en la que se lee GL 50, justificando así nuestra búsqueda. Sirva como referente un redondo algibe que enclavado en el barranco podemos ver desde la boca de nuestra sima. Esta aproximación nos habrá llevado alrededor de una hora de camino, no siendo aconsejable en los meses de calor.

La sima GL 50, también conocida como Sima de los Terrones, pertenece al karst de Calahonda, cavidad esta que si no goza de un largo desarrollo , suple este extremo con la espléndida maravilla que en ella se oculta.
Un corto pasamanos que perfectamente nos describen los anclajes ya instalados nos sitúa en la vertical, pozo este de no más de sesenta metros, en el que la luz exterior, gracias a su amplia boca, bajará junto a nosotros en los primeros fraccionamientos. Una progresión la de este pozo que nos hará disfrutar de su bajada, pues los fraccionamientos, unos diez aproximadamente en su vertical, no pueden ser más cómodos, si bien significar que para su rapel necesitaremos no menos de setenta metros de cuerda.

Llegados al final de tan confortable descenso nuestra progresión vertical cambia de escenario, continuando ahora por un pozo en rampa de paredes adiaclasadas, de sencillo avance y que en unos veinte metros nos aloja en una sala y con ello el final de la progresión por cuerda. Nos encontramos en una sala que, nesciente de sus medidas, nos mantendrá en unos segundos de perplejidad, pues su volumen se nos antojará fuera de lugar conforme al roquedal bajo el que nos encontramos. Este fantástico hall, de sección alargada, tiene un ala de mayor recorrido que la otra, siendo aquella y según miramos la cuerda de bajada, la de nuestra izquierda. Comenzando por ella, decir que su techo, aunque se hace petizo con celeridad, nos encandilará con igual rapidez, pues su composición de infinitas formas de blanco inmaculado hará que caminemos absortos durante la visita de este lado.

Este pasillo, del que nos costará retirar la mirada, nos llevará a un paso de dimensiones más reducidas, teniendo que superarlo con cautela para no romper nuestro decorado. Seguido a este, ya en ascenso, y tras superar un pequeño resalte, afrontaremos una rampa también ascendente y de techo bajo, necesitando para subirla el uso de la cuerda que al efecto está instalada en fijo. Alcanzada la pequeña sala situada en la parte superior, observaremos a nuestra izquierda un paso que aún nos hará progresar a un piso superior.

Estimados espeleólogos, ante nosotros se muestra un escenario que satisfacerá nuestra visita. Una sala de techo bajo por la que únicamente nos podremos desplazar a rastras o gateando y con un exquisito cuidado de no romper la presea en la que nos encontramos. Nuestro ritmo de avance para: Millones de pequeñas formaciones así como una sala con infinidad de minigourts nos mantendrá abstraidos del reloj.

Deshaciendo el camino, y pasando de nuevo por nuestra cuerda, seguiremos de frente, entrando de inmediato en el ala de menor recorrido.
Estimados espeleólogos, una voluminosa sala que no tiene desperdicio vuelve a abstraernos del reloj.

Superaremos un resalte y desde una zona elevada disfrutaremos las paredes que, en forma de grandes telones, componen multitud de coladas precipitándose desde el mismo techo. Escudriñando entre los pliegues verticales de las enrejadas paredes, hallamos un ínfimo Belén, compuesto de diminutas figuras de plástico que, sin dejar de ser el elemento invasivo, no desmerece en el portal que se ubica. Nos dará igual el tiempo que transcurra mientras nos perdemos por estas pétreas cortinas pero, igual nos importará cuando nos dediquemos a contemplar el portentoso techo, tan recargado en formaciones que no entraría ni la piedra de un mechero y que corona así esta inolvidable sala.

Una sima la de Los Terrones que complace como las que más, pero no es una travesía subterránea encuadrada en el top ten, no es una cueva de renombre, y si estos factores son desalentadores… Estimado espeleólogo, yo la volveré a disfrutar por tí.

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